jueves, 28 de julio de 2011

¿Qué es una galería de arte? (Roger Colom)

El siguiente texto fue escrito por Roger Colom el 08/08/09 y es extraído de acá.

¿Qué es una galería de arte?


El valor del arte es una cuestión social. No hay obra que tenga un valor intrínseco, ni artístico ni económico. Es en este sentido que la galería de arte cumple un papel fundamental: no sólo saca las obras a la luz pública sino que ella misma, como institución, se ofrece como garante de su valor. En otros países existen instituciones públicas que compran o financian obras contemporáneas y de esa manera se constituyen como garantes de su valor artístico; las obras y los artistas, conforme van cobrando prestigio, se convierten también en garantes de esas instituciones. Pero en Argentina el trabajo de las instituciones va de mínimo a inexistente, por lo que el trabajo de garantizar el valor de las obras recae en la iniciativa privada, tanto en las galerías como en los coleccionistas.

La galería debe existir físicamente como tal. Hace falta que se vean las obras, claro, pero también el esfuerzo inmobiliario, esa inversión en un espacio físico real, apunta al compromiso del galerista para con los artistas a los que representa y los coleccionistas a los que vende obra. La inversión, el dinero estancado en la propiedad inmobiliaria, o perdido en el alquiler, funciona como las reservas de un banco: es la base sobre la cual se construye la confianza. El coleccionista tiene que ver que el galerista se compromete a largo plazo con un artista y que será un agente activo por la valorización de la obra y el mantenimiento de la reputación (positiva) de esa obra y de ese artista. Si el coleccionista no ve eso, lo más probable es que no arriesgue su dinero. Tiene otras opciones más seguras en las que invertir. El riesgo que se toma el coleccionista en cuanto a una obra arriesgada tiene que ir de la mano del que se toma el galerista. En ese sentido, son socios uno del otro.

Así, el primer patrimonio de una galería es su inversión en un espacio. Igual de importantes, como patrimonio, son los artistas cuya obra gestiona la galería y su lista de contactos entre los coleccionistas. En un ambiente artístico como el porteño, en el que las galerías están dispersas por varias partes de la ciudad y no hay instituciones que garanticen el valor del arte, un galerista que abre las puertas de su negocio al público debe estar bien conectado entre la clase pudiente, debe ser considerado un interlocutor válido. Yo, por ejemplo, no tengo ese tipo de conexiones, así que si abriera una galería tendría problemas para llegar hasta las personas que pueden comprar obra. No sería imposible, pero sí difícil. Un galerista tiene que mantener una conversación constante con los coleccionistas. En Nueva York, donde las galerías se concentran en áreas determinadas, uno puede abrir y esperar a que el cliente de la de al lado, entre, por pura curiosidad, y establezca él mismo la conversación. En Buenos Aires, donde las galerías no están tan cerca una de otra, el galerista tiene que salir a buscar a su clientela y ser quien entable esa conversación.

Conozco un buen número de galerías bien llevadas, en cuanto a la calidad del arte que manejan y de las exposiciones que organizan, pero que sufren en lo económico precisamente porque falta esa conversación con los coleccionistas, que debe prolongarse en el tiempo hasta que se convierta en una relación de confianza mutua: una especie de sociedad comercial en lo artístico.

La otra pata de la galería, claro, la componen los artistas. No sólo hay que saber seleccionar con qué artistas se va a relacionar la galería sino que también hay que establecer una conversación que se convierta en una relación de confianza. A los artistas hay que cuidarlos igual que se cuida a los coleccionistas. Y esto no sólo implica prontitud en el pago; un galerista que no es capaz de ser un crítico cariñoso, de sugerir caminos para el artista, de crear una relación en la que la obra del artista encuentre un receptor entusiasta, está condenado al fracaso de la misma manera que el galerista que no desarrolla sus relaciones con los coleccionistas.

Muchos artistas con los que he hablado en Buenos Aires se quejan de sus relaciones con las galerías. Y es porque no sólo no existe una relación económica sólida y basada en la confianza, sino que tampoco existe en lo artístico, una relación creada y mantenida a base de muchas horas de encuentro, de charla, de análisis de la obra. El galerista, cuyo negocio depende de la confianza, debe esforzarse por crear fidelidad en los artistas y en los coleccionistas. Sin esa fidelidad, no hay nada.

También, vale la pena mencionar la fidelidad de los empleados de la galería. Una galería es un negocio, no una institución benéfica. Y como tal, hace falta que la gente que trabaje en ella, se tome su labor en serio y con cariño. Si no, siempre habrá fallos, la calidad de las exposiciones decaerá, el trato con los artistas y los coleccionistas será inferior. Muchas veces, son los empleados quienes tienen que dar la cara, son el primer vínculo con el público, con los proveedores, con mucha gente. Y en ese sentido, parte de la reputación de una galería depende de ellos. He visto negocios de muchos tipos irse al traste porque el dueño o los jefes no supieron hacer fieles a los empleados. No se puede tener un jardín y maltratar al jardinero. Es de cajón, y sin embargo parece difícil de comprender.

Entonces una galería tiene cuatro aspectos fundamentales que debe cuidar. Su inversión inmobiliaria, su relación con los coleccionistas, la relación con los artistas y su relación con los empleados. En este sentido es como cualquier negocio.

Por último, queda el aspecto de la producción intelectual de la galería: textos, catálogos y otras publicaciones. Sin esa producción, la galería no se diferencia en gran cosa de una mercería de lujo. O de una tienda de decoración. A menudo he pensado que a éste o a aquel galerista le hubiera venido mejor abrir una zapatería o una tienda de muebles. La galería de arte tiene una responsabilidad de producción intelectual, de producción de sentido, que avale la inversión social, económica y artística de la que vengo hablando en este artículo. Sobre eso ya he escrito antes. Ahora, lo que me parecía necesario era delinear, recalcar otros aspectos de lo que constituye el trabajo necesario y obligatorio de la galería de arte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola !!soy un pintor del interior......deseo entrar en el mercado de buenos aires ....sin una galeria es imposible tener mis obras alla....
creo en el dialogo del galerista con el artista como decodificador de la obra frente al coleccionista ..ademas no soy un marchand ni hombre de negocios...

avanti !!

quagliato